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Vicente Cuairán, director ejecutivo Tennis Mind Institute. «Cómo motivar a un jugador»

Vicente Cuairan es director ejecutivo de Tennis Mind Institute, una de las empresas que más ha crecido en el último en el segmento del coaching deportivo. En este artículo Cuairan analiza un aspecto clave en el mundo del tenis: la motivación. Para Cuairan , la motiviación es la relación que existe «entre la voluntad de hacer, que le pertenece al jugador, y el interés, que corresponde a los coachs el generar para que esa voluntad tenga el efecto que perseguimos» Vicente Cuairan ha publicado con industriadeltenis.com el Ebook «Las 5 fases para conseguir una mente ganadora». Puedes descargarlo en nuestra tienda online pinchando en este enlace. https://www.industriadeltenis.com/las-5-fases-para-conseguir-una-mente-ganadora/

 

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“Lo que real y objetivamente motiva al hombre es la felicidad” decía Aristóteles en una de las muchas clases públicas y gratuitas que impartía en El Liceo. El tema de la motivación (ya sea expresado de esta manera, como voluntad, como conducta humana o como conación) es algo que ha interesado a filósofos y pensadores de todos los tiempos. De ello han hablado, entre otros muchos, Platón, Aristóteles, Descartes, Locke o Kahn.

Hoy en día podemos confirmar que esta necesidad sigue siendo recurrente, de hecho una de las múltiples tareas que, en mi labor de “Mental Coach”, me es asignada es la de “motivar y mantener motivado a mis jugadores/as”. ¿Y esto cómo se hace? Es más… ¿Se puede motivar y mantener motivados a nuestros jugadores/as? En mi opinión la respuesta sería, sí y no. El tiempo me está demostrando cada vez más que nuestra labor consiste más en persuadir que en motivar.

La motivación es la relación que existe entre la voluntad de hacer (que le pertenece al jugador/a) y el interés (que nos corresponde a nosotros generar para que esa voluntad tenga el efecto que perseguimos) Así pues, dado que la voluntad motivacional le corresponde al jugador deberíamos enfocar toda nuestra intención más en el acto de “persuadir” que en el hecho de “motivar”. Dicho de otra manera, de conseguir “incidir en la decisión surgente” de “meter en el otro razones y motivos para que aquel quiera y tienda a una determinada cosa”.

Esto sería algo parecido a pretender obligar a alguien a tener hambre. El hambre es algo que le pertenece a la otra persona, y por muy pesado que me ponga repitiéndole una y otra vez que “necesita tener hambre” solo sentirá la necesidad de comer cuando él (o sus necesidades básicas) así lo decidan. Ahora bien, yo puedo hacer cosas para activar dicha necesidad. Puedo persuadirle, por ejemplo, invitándole a comer su plato preferido o captando su atención comiéndome delante de él ese bollo que sé que tanto le gusta.

No le motivo, le persuado para que se active esa “decisión surgente” que yo sé que está dentro de él y le doy “motivos para que tienda a esa determinada cosa” que pretendo que ocurra. Sin embargo nuestra capacidad de persuasión inicial no es en absoluto suficiente. Cómo nos dice Aristóteles ¿quién no querría encontrar la felicidad? ¿O ganar un Grand Slam? ¿O ser el nº1 el ranking? o ¿Ganar a tal o cual rival? Persuadir y ser capaces de activar en nuestros jugadores dicha “decisión surgente” inicial es relativamente sencillo. El problema aparece después, cuando el jugador ha de mantener dicha elección a lo largo del tiempo, cuando ha de confrontar dicha decisión inicial con los obstáculos que van apareciendo a lo largo del camino, con sus miedos,con sus otras necesidades, con sus pensamientos…

En esta segunda fase, que sigue la motivación inicial o de elección y que llamamos motivación de ejecución o del deber es en la que vamos a necesitar desplegar nuestras verdaderas dotes de persuasión ya que ni siquiera su bollo o comida preferida nos van a servir siempre para activar el hambre que pretendemos conseguir. A veces la “decisión surgente” parecerá dormida y para despertarla necesitaremos añadirle un ingrediente fundamental a la receta de la persuasión; el deber.

Tenemos la responsabilidad de inculcar en nuestros jugadores/as la motivación del deber, el hacer las cosas porque toca incluso cuando no te apetece. “El comer aunque no sientas hambre porque lo necesitas para conseguir tu objetivo”. Esta es, sin duda, la tarea más compleja a la que nos enfrentamos y la fase de mayor fracaso motivacional y del rendimiento. Sin embargo, si somos capaces de persuadir al jugador y darle motivos que le hagan ver la necesidad de trabajar al 100% incluso cuando “no tienes hambre” habremos conseguido crear en él “la decisión surgente” necesaria en la conexión motivacional que hay entre voluntad e interés.

Y solo así, tendremos jugadores dispuestos a desafiar cualquier peligro del entorno con el único fin de mantener sus decisiones iniciales hasta el final, hasta alcanzar su verdadera felicidad.

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