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Viaje alrededor de la noche: Una historia de tenis y escritores, por David Castelló

De Shakespeare a Tolkien pasando por Freddy Santos, un recorrido por la literatura y el tenis

Estaba en mi biblioteca, rodeado de mis libros y mi colección de raquetas. Preparado para un viaje alrededor de la noche en el que me visitarían escritores y obras, en el que recordaría a muchos autores que han tenido el tenis como el leitmotiv de sus obras, o para los cuales este deporte de la raqueta ha significado algo muy importante en sus vidas, tanto a nivel físico como especialmente espiritual.

Y así, durante la noche, mientras escribía este artículo, y como envueltas en la niebla, muchas imágenes fueron apareciendo una tras otra desde el más allá. Miraba los libros, y algunos de ellos se abrían como puertas que conectaban con otro mundo. Sí, puertas que se abrían, y ahí aparecían ellos sonriéndome: Tolkien, Nabokov, David Foster Wallace, Gabriel García Márquez, William Shakespeare…

Tolkien y el tenis

El primero en hablarme fue John Ronald Reuel Tolkien, recordándome sus años de jugador de tenis, y cómo una lesión de tobillo le obligó a dejar las pistas por un tiempo. Y que esa nostalgia del tenis le hizo encerrarse en su despacho y escribir para evadirsea otros mundos. De ahí nació “El hobbit” y la saga de “El señor de los anillos”. Y junto a Tolkien salió de la estantería una de sus creaciones, Éomer, que había cambiado su legendaria espada Gúthwiné por la raqueta de Rafa Nadal, y golpeaba con fiereza una pelota de tenis que le devolvían desde el otro lado de una pista envuelta en las sombras.

De repente, saltó de uno de los anaqueles la novela “Ana Karenina” y se abrió por la página donde se desarrolla una escena de tenis. Una página que tengo señalada con una fotografía de 1896 de su autor, Leon Tolstoi. En ella, el escritor de “Ana Karenina”, “Guerra y paz” y “La muerte de Ivan Ilich” aparece en su pista de tenis de Yasnaya Polyana, una de las primeras que se construyeron en Rusia.

Del estante donde tengo las obras completas de William Shakespeare apareció el bardo de Avon con el libro “Enrique V” en las manos. Shakespeare, buen practicante y conocedor del Real Tennis, incluyó en “Enrique V”, escrito en 1559, las pelotas de tenis como metáfora central de su obra, utilizando las palabras bola, golpe y pista de tenis para hablar de la relación entre dos países en guerra.

Tampoco faltó a la cita Vladimir Nabokov, autor de “Lolita”, el cual me habló de cómo se ganaba la vida dando clases de tenis cuando todavía no podía vivir de la literatura. Y recordó cuando disputó un mítico partido contra el poeta español Jorge Guillén, autor del maravilloso “Cántico”, en la universidad de Wellesley.

Gabriel García Márquez, autor de “Cien años de soledad” o “El amor en los tiempos del cólera”, se unió a la tertulia. El escritor colombiano, un hombre disciplinado que jugaba al tenis a las seis de la mañana y de blanco impoluto, nos contó que empezó a practicar el tenis cuando sabía que iba a morir, como una forma bella y elegante de despedirse de este mundo.

De un armario donde tengo protegidos los libros más antiguos salió el monje Caesarius de Heisterbach, que en su obra “Dialogus Miraculorum”, escrita en el siglo XIII, relata el primer partido de tenis del que se tiene constancia, que se jugó en el mismísimo infierno. Un seminarista llamado Pierre el Idiota, conocido así por su estupidez y falta de memoria, había vendido su alma al diablo a cambio de una piedra que contenía la sabiduría. Al morir, cuatro demonios extrajeron el alma de su cuerpo y se fueron a un valle horrible del que emanaban vapores sulfurosos. Allí jugaron un partido de dobles con el alma de Pierre como pelota. Los demonios afilaron las uñas de hierro de sus dedos, haciendo las funciones de raquetas, y jugaron un partido de tenis pasando y rasgando en cada
golpe el alma de Pierre en lo que fue un terrible martirio.

Mientras despedía al monje, se acercaron el argentino Adolfo Bioy Casares y el inglés Martin Amis. Adolfo, autor de la célebre novela “La invención de Morel”, fue un deportista nato pero fue el tenis su deporte favorito, el cual practicaba en el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Mientras, a Martin, creador de “El libro de Rachel”, le vi en muy buena forma física al jugar al tenis a diario, y con las manos encallecidas por horas y horas de práctica.

Me asomé más tarde a la ventana para contemplar la noche, y allí, en la oscuridad, la estrella de David Foster Wallace me envió un rayo de luz que me leyó su relato “Cómo Tracy Austin me rompió el corazón”. Le pedí más, y me rememoró algunos de los mejores pasajes de “El tenis como experiencia religiosa”. Y también de “La broma infinita”, donde aparece un alumno de tenis que sueña con las líneas de la pista, e incluso una academia de tenis muy peculiar, tanto como el universo propio en que vivió Wallace su existencia hasta que decidió quitarse la vida.

Volví a mis libros para hojear “Los niveles del juego”, de John McPhee. Era el verano de 1968, año en que nací, y se disputaba el primer US Open de la historia. El asesinato de Martin Luther King estaba muy reciente, y la lucha por los derechos civiles agitaban la vida de los Estados Unidos. McPhee relata el partido de semifinales que enfrentó a Arthur Ashe con Clark Graebner. Dos mundos distintos, dos estilos diferentes. Graebner, blanco, republicano, de clase alta y calculador; Ashe, afroamericano, demócrata, de clase trabajadora y soñador. El tenis de Ashe era irregular, arriesgado, imprevisible; el de Graebner, constante, pulcro, organizado. La pista como escenario de la vida, y el estilo de juego como reflejo de los
hombres. Sirviéndose de este partido, McPhee retrató una década revolucionaria del siglo XX.

La madrugada avanzaba y volví a releer por encima “Reflexiones y pensamientos oscuros de un purista del tenis”, de Antonio Domínguez. Bajo Antonio se esconde un ser atormentado admirador del grupo inglés Joy Division, en los que encuentra algo especial en sus letras enigmáticas, en la voz escalofriante de Ian Curtis, en sus conciertos memorables guardados en su memoria.

Un grupo que escucha todos los días y en el que encuentra siempre un significado nuevo, un enigma por resolver… La presentación del libro es ya una declaración de intenciones y un anticipo de lo que encontrará el lector: «Oscuridad, soledad, silencio, melancolía, depresión, frío y abstracción. Acompáñenme en la distancia. Observen mi tortuoso camino. Vosotros no sufriréis nada. Yo sufriré por vosotros». Una lectura en la que algunos se sentirán reflejados, y que, sin duda, no dejará indiferente al resto.

Mientras el amanecer se acercaba, recordé a Álvaro Enrique, que ganó el Premio Herralde de Novela con “Muerte súbita”, una obra en la que el pintor italiano Caravaggio se enfrenta al poeta español Francisco de Quevedo en un partido de tenis. Y también a María Oruña y su obra “Lo que la marea esconde”, donde se comete un crimen a bordo de una goleta. El cuerpo sin vida de Judith Pombo, presidenta del Real Club de Tenis Santander, yace en su camarote sin que aparentemente nadie hay entrado ni salido de él.
Automáticamente todos los pasajeros y la tripulación pasan a ser sospechosos. Un caso para la teniente de la Guardia Civil Valentina

Redondo, protagonista de otras tres novelas anteriores de María: “Puerto escondido”, “Un lugar a donde ir” y “Donde fuimos invencibles”. La novela de Oruña me hizo recordar otras donde el tenis cobra protagonismo: la de Jesús Blázquez, “Asesinato en la pista de tenis”; la de Martina Navratilova y Liz Nickles, “Misterio en el Grand Slam; la de Harlan Coben, “Golpe de efecto”; y la de Guillermo Ondarts, “Doble falta”

Fue entonces, en el momento en que dejaba “Doble falta” en su estante, cuando apareció Dalmy Butti en mi biblioteca. Hablamos de su “Cambio de lado”, una novela de tenis que trata sobre las enseñanzas del coaching, la meditación, la filosofía y la vida. Los personajes de la novela (Tomás, Mahendra y Joss) están dedicados al encuentro de la felicidad. “Si a nuestra felicidad la relacionamos con el obtener, dice el maestro, entonces condicionamos nuestra felicidad. Pero si nos sentirnos felices al hacer, entonces el ganar y perder serán resultados, pero el vivir plenamente estará siempre”.

Se unió a la conversación Lars Gustaffson, que llevaba bajo el brazo su novela “Los tenistas”. Un buen saque de tenis bien podría con un aria de una ópera de Wagner. Eso piensa el protagonista de esta novela hasta cuando descubre que un alumno de su clase sobre Nietszche ha descubierto un libro secreto que probaría el complot que hubo para matar a Strindberg a finales del siglo XIX en París.

El amanecer se aproximaba más y más, y nuevas obras y escritores acudían a la cita. Geoff Dyer y “Los últimos días de Roger Federer y otros finales”, una poderosa reflexión sobre hallar propósito en el ocaso de nuestras vidas. Geoff Dyer reflexiona sobre las secuelas del paso del tiempo y se fija en los últimos días de grandes escritores, pintores, futbolistas, músicos y estrellas del tenis. Y Manuel Soriano y su “¿Qué se sabe de Patricia Lukastic?”, una novela que es capaz de develar el complicado universo que está
detrás de las pistas de tenis.

Los primeros rayos de luz del amanecer se deslizaban dentro de mi biblioteca y se fueron a posar en los libros de Guillermo Martínez. Y es que el tenis tiene una presencia recurrente en la obra de ficción de este escritor. “Crímenes imperceptibles” y “La última vez” son ejemplo de ello. También en “Tenis en la luna”, de Lluís Vergés, en el que se narra un partido a cinco sets no solo de jugadores conocidos como Roger Federer o Rafa Nadal, sino también de otros personajes más dispares como Platón o Shakespeare.

Lectura ya amaneciendo

La luz alejaba la oscuridad, y me despedí de la noche releyendo algunos de los fantásticos y maravillosos “Cuentos de Tenis”. Con prólogo de Liliana Heker, reúne una antología de relatos, obra de escritores de varias generaciones y nacionalidades (latinamericanos, estadounidenses y europeos). Apelando al realismo o a lo fantástico, estos cuentos desvelan los modos en que el tenis se puede vincular con las más diversas circunstancias de la vida.

Con un sol que se iba alzando majestuoso en el horizonte, me levanté de la mesa finalizando este artículo y pensando en el nuevo libro de Freddy Santos, “El tenis de mi mochila”, y en lo interesante que sería que Jorge Mir plasmara en un libro todas sus reflexiones, o que Mike Labrador hiciera lo propio con sus poéticos estudios sobre jugadores y raquetas.

Había sido una larga noche y me dispuse a descansar, pensando que en el futuro llegarán más escritores donde el tenis cobre protagonismo en sus obras. Un deporte que inspirará a nuevos autores y que iluminarán sus obras. También a millones de personas que lo practican o que lo siguen con pasión. Una
inspiración que será como la luz del sol que se eleva imperial en el cielo. Como un amanecer que representa un nuevo capítulo en tu vida que espera ser escrito.

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Un comentario

  1. Precioso artículo que nos lleva por un momento a otros mundos, como dice David Castelló, todos ellos con nuestro amado deporte como telón de fondo.

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