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Un viaje al mundo de los sueños a través de las raquetas por David Castelló

David Castelló explica en este artículo como comenzó su colección de raquetas. Un texto lleno de sentimiento y emoción que desgrana las razones de una colección que abarca las raquetas ganadoras de Grand Slams desde que comenzó la Era Open, en 1968.

 

Todo comenzó un día lluvioso de otoño. No sé lo que tienen los días grises que invitan tanto a la nostalgia. Lo cierto es que paseando por la ciudad de Valencia, algo me llamó la atención en un escaparate de una tienda de segunda mano. Me acerqué, y observé que era una antigua Dunlop Maply de madera, la raqueta que yo utilizaba de niño. Casi como en un acto hipnótico, entré y la compré. Enfundada en una bolsa de plástico, y protegida dentro de mi abrigo, regresé a casa.

Ya en mi despacho, dejé la raqueta encima de la mesa y la observé. Cientos de recuerdos acudieron a mi corazón: aquella pista que construyó mi padre en La Eliana cuando yo era un niño; los juegos tenísticos con mis amigos de niñez Pipsy, Poff y Joaquín; los primeros torneos… Fue un regreso maravilloso a la infancia, un retorno a la verdadera patria de todo hombre.

Lo que no sabía en ese momento es que esa raqueta sería el comienzo de una aventura maravillosa que me hizo recorrer el mundo en busca de piezas que yo consideraba imposibles. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos y vayamos paso a paso.

La segunda etapa vino marcada por mi interés en decorar una pared de mi casa con raquetas de madera. Las raquetas de madera me parecían hermosísimas y con un toque vintage fascinante. Por ello, compré varias raquetas más, especialmente aquellas que recordaba de niño.

Pero si la primera y la segunda iniciaron el camino, la tercera etapa fue la determinante, la esencial en el devenir de esta aventura, y vino marcada por la lectura de un libro titulado ‘Les raquettes de légende‘, escrito por Jean-Claude Marty. Este libro mágico fue la fuente de inspiración para empezar mi colección de raquetas.

La primera pregunta que me hice fue qué leitmotiv dar a mi colección, no coleccionar sin ton ni son. Y ese leitmotiv fueron los torneos ‘majors’, los Grand Slams, los eventos más importantes del tenis: el Open de Australia, Roland Garros, Wimbledon y el US Open. ¿Por qué no coleccionar las raquetas de aquellos ganadores de Grand Slams?

La segunda cuestión fue qué periodo de tiempo abordar. Enseguida me respondí. La colección comenzaría en 1968, el inicio de la Era Open, la etapa en que se fusionó el tenis amateur con el tenis profesional, el origen del tenis moderno. También un año, 1968, en el que nací, por lo que la colección englobaría las raquetas que yo conocí. Y llegaría hasta la actualidad.

Y a partir de aquí comenzó la gran aventura, el gran viaje. Coleccionar raquetas ganadoras de Grand Slams supuso una nueva y romántica mirada a los héroes tenísticos del pasado (Laver, Rosewall, Nastase, Connors, Borg, McEnroe y tantos otros), así como a las grandes finales llenas de épica en los mejores escenarios mundiales de Melbourne, París, Londres y Nueva York.

La colección fue un proceso laborioso de estudio, análisis, investigación, búsqueda y negociación por todo el mundo. Casas de subastas, coleccionistas privados, historiadores del tenis, amantes de este deporte fueron los que me permitieron ir completando poco a poco la colección.

A veces compraba en Italia, Francia, Estados Unidos, Australia… Otras veces eran donaciones como, por ejemplo, la de Paul Dorochenko, que me regaló una veintena de raquetas de su etapa de preparador físico y fisioterapeuta en el circuito mundial. En otras ocasiones, intercambiaba raquetas que tenía repetidas o que no formaban parte de mi colección por otras que me interesaban.

Y así, durante años de trabajo paciente y minucioso conseguí completar la colección, una colección que yo consideraba imposible de completar pues incluso había raquetas prototipo como la de Michael Stich en Wimbledon del año 1991. Pero no sé cómo, conseguí completar la colección hasta lograr una colección única en el mundo: todas las raquetas ganadoras de Grand Slams.

Cientos de anécdotas de este viaje por el tiempo, las grandes leyendas y los grandes torneos se amontonan en mi recuerdo, pero quedan, quizás, para otro artículo.

Y ahora, mientras tecleo en mi ordenador este artículo, mi mirada se pierde por las raquetas que me rodean, y vuelvo a retroceder en el tiempo a aquel día lluvioso de otoño en que observé en un escaparate aquella Dunlop Maxply de madera. Y aún más allá, a aquellos días de infancia con mis amigos jugando con aquella raqueta.

Y estoy convencido que cuando llegue al final de mis días pronunciaré las palabras de aquella raqueta, tal como hizo Orson Welles en su mítica película Ciudadano Kane al referirse a su trineo Rosebud. Y es que como Rosebud para Welles, aquella Dunlop Maxply es mucho más que un objeto. Es quizás el símbolo de la niñez; o tal vez el recuerdo de todo lo que de verdad importa, del mundo de los sueños y de las ilusiones, de otro mundo en que todo era o es posible.

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