


Borja Leal debuta como columnista de industriadeltenis.com. Es dierctor del Circuito Creciendo en Valores UrbanTenis. En este artículo pone la atención en un hecho que sucedió durante la celebración del último evento, hace apenas diez días, y que le llamó poderosamente la atención.
El pasado sábado, como llevamos ya tiempo haciendo, celebramos uno de nuestros torneos Creciendo en Valores Urbantenis. En esta ocasión, se trataba del último del circuito de Valencia, uno de los más numerosos, en el club de nuestro buen amigo David Castelló.
Hasta ahí, todo se fue desarrollando como habitualmente, más de 100 niños repartidos en tres turnos de juego, y muchas ganas de tenis en una jornada formidable.
Sólo hubo un pequeño detalle que convirtió al torneo en un evento totalmente distinto: según las restricciones marcadas por Sanidad, no se permitía el acceso de público a ningún tipo de evento deportivo. El nuestro, claro está, no se salvaba de esa circunstancia.
El torneo fue celebrándose con normalidad, cuando desde la organización, acostumbrados a un continuo revuelo de padres, madres, familiares, jugadores cerca de la oficina del torneo, tuvimos una sensación de calma total, como si navegáramos en un barco y estuviéramos horas luchando contra el mar y de repente el mar se pusiera en calma. Una sensación extraña, de excesiva tranquilidad…
Como hacemos siempre durante los torneos, decidimos salir de la carpa y darnos un paseo por las pistas, para ver cómo iba transcurriendo la jornada. Ni un padre ni una madre, sólo los jugadores disputando sus partidos, haciendo sus funciones de ayudantes de los monitores, y todo con una calma, que jamás habíamos visto. Sólo se oía el sonido de la pelota y el de los niños y niñas concentrados en su tarea.
Todo esto nos hizo preguntarnos, ¿sería posible que los torneos fueran sin público?
Y empezamos a debatir sin llegar a ninguna conclusión, pues todas las respuestas podían ser válidas o erróneas. Eran opiniones, no verdades. Todos coincidíamos en que no es posible pedir a un padre o una madre que vea a su hijo o hija. Yo mismo soy padre y no me gustaría que me lo pidieran. Desde el punto de vista de padre, no me gustaría que me privaran de ver a mis hijos, y más en un torneo en el que el objetivo principal es inculcar valores.
Sin embargo, ¿en qué medida influye la presencia de los padres en la pista? Aquí ya dejo de hablar como padre, y empiezo a hablar como técnico. La percepción de que los niños y niñas estaban más sueltos, más libres, sin nadie, al que en muchas situaciones darse la vuelta, encontrarlo detrás de la valla de la pista y quejarse, llorarle… Todo esto, desde el punto de vista técnico, es lo mejor para su aprendizaje, pero, por otro lado, no es la realidad que se van a encontrar cuando todo esto pase…
Después del torneo, preguntamos a los niños. ¿cómo han ido los partidos, cómo os lo habéis pasado? Los niños contestan con jolgorio que sí, que han hecho amigos, que han ganado dos partidos y han perdido tres, pero todo con alegría, sin presión. Una niña nos contesta que ha sido cómo cuando va al colegio. Todos ellos han sido ajenos a la presencia de sus padres, ni se han acordado de ellos, pero todos han disfrutado de lo que realmente querían: jugar al tenis.
A los padres y madres sí que podemos decirles que estén tranquilos, que no vamos a prohibir que vengan a los torneos a ver sus hijos. Nosotros ni podemos, ni queremos quitarles ese derecho. Yo mismo como padre quiero seguir viendo jugar a mis hijos y disfrutando de ellos.
Lo que sí que podemos pedirles es que reflexionen, que se paren a pensar cual es el papel que deben desempeñar con sus hijos. Cómo deben dejar que los niños solucionen sus problemas, tomen decisiones, se sientan libres.
Además de las derechas, los reveses, las voleas, los winners… el tenis es un espejo de todo lo que haces en tu vida. Te comportarás en la pista de la misma manera que te comportas en tu vida. Por eso es tan importante que les dejemos ser libres, les debemos dejar que tomen sus
propias decisiones, que traten de solucionar sus problemas, y que se equivoquen. Nosotros, como padres sólo debemos estar para ayudarles y afianzarles en esas decisiones. De todo lo demás, se deben encargar ellos. Así que sigamos yendo a los torneos, pero vamos a pensar no
cómo deben afrontarlos ellos como niños, sino nosotros como padres.
Como deseo, esperamos que pase pronto esta maldita pandemia, que tanto nos está quitando, pero saquemos de positivo situaciones como la que vivimos este sábado en la que los niños y niñas fueron los que nos dieron a los padres y a nosotros mismos como organizadores una lección de aprendizaje, diversión y valores.