Jorge Mir es uno de los entrenadores con más inquietudes y que más aportan al tenis español en los últimos años. Estos días ha dado a conocer una comparativa elaborada por el. El tenis español perdió en los últimos 20 años 5205 licencias federativas de menores de 18 años.
Estos últimos 20 años coinciden además con la mejor generación de tenistas de nuestra historia y con el reinado de esa leyenda del tenis español y mundial que es nuestro Rafael Nadal. Es un dato demoledor.
Obviamente, la siguiente cuestión es preguntarse que hemos hecho mal como deporte para haber desaprovechado las dos décadas de oro del tenis español. Cada uno tendrá sus teorías.
La mía, es que confundimos el tenis profesional con el tenis aficionado y de base pensando que son incuestionables vasos comunicantes. No lo son. No al menos necesariamente si no tendemos puentes entre uno y otro mundo.
El tenis profesional es una elite que nace del esfuerzo, del compromiso, del buen hacer diario de los entrenadores y academias de alto rendimiento de este país. Somos sin duda una potencia y referencia mundial.
La base, la afición por nuestro deporte, el número de practicantes que acaba reflejándose en las licencias federativas, es harina de otro costal. Estoy seguro que este descenso de federados y practicantes es resultado de infinidad de factores y no todos ellos eran controlables.
Pero a mi gustaría entonar el “mea culpa” como profesional y corresponsable de este descenso tan dramático. Es muy fácil culpar a instituciones, federaciones, directivos, clubes, a otros deportes, Pero los principales artífices de este descalabro hemos sido nosotros, entrenadores y profesionales del sector y /o de la enseñanza.
Hemos convertido las primeras etapas del tenis de competición en algo tremendamente aburrido y un auténtico “suplicio” para jugadores y padres. Horarios imposibles, precios carísimos a cambio de nulo servicio, cero empatías y poca simpatía en “esas primeras competiciones “que debían enamorar a los futuros practicantes.
Hemos jugado a “profesionalizar” el deporte de formación y lógicamente los niños han elegido deportes donde competir sea más divertido y sano mentalmente. Los padres no quieren hipotecar todos sus fines de semana para que sus hijos sean “vapuleados” y en ocasiones ninguneados por adversarios, entrenadores, organizadores y jueces árbitros.
Debemos seguir avanzando en una competición que se adapte a cada edad. nivel, objetivos… Los que quieran y puedan cambiar a niveles más exigentes lo harán más formados y forjados.
Lo tenemos bastante fácil. Adaptemos los modos de competir para que sean más amables, menos agresivos, más formativos, y más delimitados en el tiempo. Volverán a elegirnos porque nuestro deporte es maravilloso construir individuos y sembrar amistades que duran para toda una vida.
Si reconocemos nuestros errores podremos y empezaremos cambiarlos,
Es una opinión personal, no más.
ARTICULO ORIGINAL DE JORGE MIR







