
Comienza mi octava temporada como director de Masía Tenis Club, y ha llegado un momento de mi vida en el que pienso que cada temporada puede ser la última. Ya han pasado la primavera y el verano de mi existencia, y me encuentro en esa estación otoñal antes de la llegada del crudo invierno.
He tenido una vida intensa. He visto revoluciones triunfar en Nicaragua y Cuba. He visto también cómo esas revoluciones se convertían finalmente en tiranías. He conocido el amor romántico y la pasión más volcánica. He plantado árboles, he escrito muchísimo y he tenido dos hijas. He vivido de lo que siempre me ha gustado, con una raqueta en la mano desde los 6 años de edad. He contemplado a Rafa Nadal conquistar el mundo y cómo su testigo lo recogía Carlitos Alcaraz. He dirigido escuelas, organizado torneos, he conocido muchísimas personas buenas.
He asistido a centenares de conciertos, leído muchísimos libros y visionado infinidad de películas de cine. He conocido el mundo, he recorrido las arenas del desierto del Sahara, las tierras volcánicas de las Azores, las montañas de los Alpes… He vadeado decenas de ríos, circundado muchas islas y contemplado una gran cantidad de mares y océanos… He atravesado España andando y he aprendido a amar profundamente este país.
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Y aunque no he visto naves más allá de Orión, ni rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, todos esos momentos vividos también se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Y ahora, tras jugar las cartas que me ha dado la vida de la mejor manera de la que he sido capaz, afronto cada año como si fuera el último porque nunca sabes lo que te va a deparar la vida en este mundo cada vez más hostil.
Aspiro a poco. O a mucho, según se mire. A mantener mi libertad y un espíritu crítico en este país y sociedad cada vez más manipulada y controlada por los medios. También a tener serenidad para sobrellevar el dolor, y alegría para disfrutar de lo bueno. A coleccionar buenos momentos, a coleccionar un buen momento o un instante de belleza cada día. A disfrutar de la compañía y complicidad de aquellos a los que amo. También aspiro a seguir asombrándome con cada amanecer o atardecer, con la perfección de una obra de arte… A disfrutar del sabor de un buen café mientras la lluvia cae al otro lado de la ventana. Y a que al final de mis días, un puñadito de personas piense que valió la pena que yo anduviera un ratito por este mundo.
Atrás quedan muchos años dedicados al tenis, un deporte que me ha dado tanto y sin el cual no entendería la vida. El paso del tiempo te hace contemplar este deporte desde diferentes perspectivas, las cuales, en mi caso, las dividiría en las siguientes:
1) El tenis como juego. Años en que el tenis era un simple juego con el que practicar con tus mejores amigos. Recuerdos de La Eliana; del chalet donde mi padre construyó una pista de tenis; de raquetas de madera y pelotas blancas; de mi padre enseñándome los primeros golpes con esa técnica tan heterodoxa que tenía; de mi madre peloteando conmigo; de mi primera escuela de tenis en el Club Las Vegas; de mi primer entrenador, Ángel Luis Chicheri, y sus frases que parece que estuviera escuchando ahora:
“¡Preparación, terminación, preparación, terminación…!”, ¡Ritmo, ritmo, ritmo…! Años de infancia, la única y verdadera patria de cada hombre.
2) El tenis como jugador de competición. Años de jugador de tenis, de entrenamientos y torneos por la geografía nacional, de victorias y derrotas, de sueños e ilusiones. Años en los que la competición va forjando un carácter en tu personalidad y en los que ganas grandes amigos que te acompañarán toda la vida. Una etapa de trofeos y alegrías; también de tristezas cuando las cosas no salían como esperabas o una lesión aparecía de manera inesperada. Finalmente, la aceptación de que esa meta de convertirte en jugador profesional es una quimera inalcanzable para ti y que debes buscar nuevos horizontes.
3) El tenis como profesor de tenis. Los primeros cursos de formación de la RFET (Instructor y Monitor Nacional), tus primeras clases de tenis, tus primeros alumnos… Años de aprendizaje de una nueva profesión que vas ampliando y enriqueciendo con nuevos cursos (Entrenador Nacional), monográficos, congresos y simposiums… Más tarde, años en los que sueñas con entrenar a algún jugador que pueda llegar a donde tú no llegaste. Viajes con jugadores a torneos, nuevas victorias y derrotas, la aceptación de que un jugador te puede abandonar si los resultados no llegan y que nada es para siempre.
4) El tenis como director de tenis. Nuevos cursos, en este caso de dirección y gestión como el Integral del RPT. Nuevos sueños en los que crear una escuela diferente y en los que aplicar todos los conocimientos adquiridos en etapas anteriores. Años maravillosos en el Club de Tenis Peñasol acompañado de compañeros increíbles y en los que pude plasmar muchas de mis ideas. Organización de numerosos torneos federados (Marca Jóvenes Promesas, Circuito David Ferrer…) y no federados (Divertorneos, Juegatenis Tour, Jornadas Play & Stay…), de cursos de formación del RPT al lado del maestro Luis Mediero, del Mutua Madrid Masters junto a Manolo Santana, así como de otros, numerosos y variados eventos. Peñasol, el paraíso para mí durante más de 20 años, pero que, como todo en la vida, tuvo un final. Nuevo club, Masía Tenis. Un nuevo reto, levantar un club muerto. Y el orgullo de conseguirlo en apenas un año. Premios al Mejor Director de España y a la Mejor Escuela de España en dos ocasiones por el Registro Profesional de Tenis. Más torneos, Creciendo en Valores al lado de Borja Leal… Siete años espléndidos en Masía Tenis, en La Eliana, la localidad que me vio nacer y ser feliz.
5) La recta final. El tiempo transcurre, y llega la nostalgia de los momentos pasados. Empiezas a coleccionar raquetas antiguas, a rememorar en foros o en grupos de WhatsApps a leyendas y torneos legendarios que perduran en la memoria, a compartir conocimientos con otros románticos del tenis como tú. A dar conferencias y charlas, o a escribir artículos como el que estoy redactando en este momento. A contemplar mi vida en el tenis como un río que más temprano que tarde llegará al mar. Con la ilusión intacta de seguir aportando mi granito de arena a este maravilloso deporte de la raqueta, pero con la certeza también de que el final se acerca con paso inexorable.
Vistas las cosas así, parecería que el tenis ha ocupado el 100% de mi vida, pero tal como indicaba al principio de mi artículo, no ha sido así. Hay muchos entrenadores que viven por y para el tenis, y lo respeto si eso les hace felices.
Pero no es mi caso, y siempre tuve muy claro que quería rodear mi vida de muchas más cosas, de que quería llegar al final de mi vida colmado de experiencias en otros ámbitos. Por eso, me he preocupado de leer, estudiar, viajar, asistir a conciertos…
Una vez vi la película Titanic, y me sobrecogió la escena en que la protagonista del film, Rose DeWitt, ya anciana, rememora sus recuerdos de juventud cuando llega al camarote del barco que busca muchos años después de su hundimiento los restos del famoso Titanic.
Es entonces, en su camarote, cuando empieza a sacar fotos de su maleta, instantáneas en bellos marcos: ella viajando por el mundo; pilotando un avión; montando a caballo… Es decir, ya anciana, se demuestra con esas fotos que ha hecho de su vida algo maravilloso, algo que prometió a su amado Jack Dawson antes de morir éste por hipotermia en las heladas aguas del Atlántico Norte.
No tengo como Rose bellos marcos de fotos, pero sí tomos, uno por año, con unas 600 páginas cada uno, con textos y fotos, y encuadernados en tapa dura para protegerlos del polvo del tiempo. En cada tomo quedan reflejadas todas las vivencias de cada año: viajes de aventura al extranjero; excursiones histórico- culturales por pueblos de la Comunidad Valenciana; visitas a monumentos, museos, jardines y otros lugares de la ciudad de Valencia… Todos los libros que he leído en el año, analizados con detalle; las películas que he visto; los conciertos de música a los que he asistido; los discos que he escuchado; las exposiciones de arte que he disfrutado… Y por supuesto, todos los momentos memorables que he vivido en el mundo del tenis.
Me gustaría llegar a mayor como la anciana DeWitt, y sentir la misma sensación de haber vivido «a full», de ver mis decenas de álbumes anuales en las estanterías de mi biblioteca y comprobar que el viaje del tenis y de la vida ha merecido la pena.
El Titanic también ha estado muy presente en mi vida como símbolo de que por bien que te puede ir la vida, por mucho que tengas éxito, siempre puede aparecer un iceberg en cualquier momento. El Titanic fue un prodigio de la técnica moderna, decían que insumergible, y eso pensaban también los 1.513 pasajeros que murieron al hundirse el barco.
Hay que acordarse de los icebergs siempre, y especialmente cuando te vayan bien las cosas, pues siempre puede aparecer esa masa de hielo en forma de lesión, accidente, un cáncer, un empresario sin escrúpulos, un cambio de junta directiva… Tener en cuenta la existencia de los icebergs te hará valorar cada momento de tu vida. Ya los generales romanos lo tenían muy presente, en especial cuando obtenían una gran victoria y desfilaban en triunfo por Roma en la cuadriga, con un esclavo que sostenía sobre su cabeza una corona de oro y que le repetía una y otra vez al oído: “Recuerda que sólo eres un hombre”.
No se trata de vivir la vida con angustia, sino de caminar con naturalidad por un mundo lleno de cosas hermosas, pero también de lugares difíciles y peligrosos.
En resumen, moverse entre los icebergs con la saludable incertidumbre del buen marino, esperando lo mejor pero también preparados para lo peor. Creo que solo así puedes valorar en su justa medida todo lo bello que te sucede en la vida, y también asumir con entereza todo lo negativo de la existencia. Esa certeza de las reglas de la vida, ese recordatorio de las palabras del esclavo que nos susurra al oído que somos mortales, nos hará mejores de lo que somos.
Y así llegará el fin, espero que con decenas de álbumes anuales repletos de recuerdos hermosos, y allí estaré con la moneda que entregaré al barquero Caronte, el que transporta a los muertos a la otra orilla del río Estigia. Con rumbo desconocido, quizás a esa pista donde descubrí el tenis como juego, quizás a un paraíso de raquetas de madera y pelotas blancas. Tal vez al lugar donde todo comenzó.
Gracias por este precioso artículo, lleno de reflexiones sobre nuestro deporte, pero fundamentalmente sobre la vida misma. Precioso
Precioso artículo que hace que cada uno reflexione sobre lo vivido y donde reflejas tus vivencias. Gracias David. Tus artículos siempre interesantes y además instructivos.
Sabio David.
Mientras te leía me acercaba más a ti.
Me identifico mucho con tu “way of life” y con la NOBLEZA con la que afrontas las diferentes circunstancias avenidas.
Espero que vivas muchos muchos años, y descuida, yo te perpetuaré mientras esté por aquí.
Palabras muy profundas David. Un placer leerte como siempre.