
Freddy Santos retoma su colaboración como columnista de industriadeltenis.com con esta columna en la que describe el perfil que debe tener un coach tomando como referencia el punto de vista de varios grandes coach con los que Freddy Santos trata a menudo.
Con los dedos de las manos se cuentan los consejos, las ordenes, los mandamientos…con los dedos siempre se enumeraron las cosas, de tres en tres, de a cinco, o de a diez.
Diez fueron los mandamientos que la Biblia dice que bajo Moisés del Sinaí y diez fueron también las normas que dejo Solón al pueblo ateniense (“No te familiarices con gente ruin citaba una de
ellas”). Diez son también los consejos del maestro Quiroga para el buen cuentista.
Un decálogo son normas para el buen desarrollo y ejercicio de una profesión u oficio, vigilan por su ética y moralidad.
Los decálogos eran muy populares en la Antigüedad, como parte de alguna doctrina religiosa o también en los diferentes métodos filosóficos para llevar una vida moral.
En general, este tipo de textos tienen la función de normalizar en sentido de poner normas y de resumir los puntos esenciales en una organización, grupo, empresa o profesión.
Estos meses atrás pregunte y suplique a varios amigos entrenadores que rascaran algo de su tiempo personal y me trasladaran cuales son para ellos esas diez virtudes en las que nos podemos ver reflejados. Cada uno elaborara su propio decálogo, sus líneas rojas de actuación, sus ideales a seguir, su legado. la
filosofía que quiere inculcar a su equipo de trabajo.
No os voy a elaborar un decálogo, voy a compartir algunas de las recomendaciones que esos amigos que antes cite me hicieron sobre cual eran a su juicio los diez mandamientos de un coach o profesor de tenis.
Para José Altur , Entrenador profesional y valenciano de pro, “Hay que tener la habilidad para copiar a los demás entrenadores y extraer lo mejor de cada uno de ellos.”
También; “. Tener la capacidad de darse cuenta de que algo no funciona y cambiarlo; ya sea en las correcciones o en los ejercicios propuestos. Cambiar de camino cuando sea necesario” Estar dispuesto siempre a aprender y rectificar con tus jugadores son signos de grandeza y de buenos entrenadores.
Otros de los grandes entrenadores valencianos de referencia es Pablo Lozano y él nos destaca en su decálogo la empatía, la energía. La motivación del entrenador como un elemento de transmisión constante de energía y un mitigador del cansancio, un guía constante y un compañero emocional del jugador en su carrera y día a día.
Mariano Martínez es otro nombre de la formación española que no necesita presentación:
Ser un buen ejemplo de las virtudes o valores que queremos enseñar, ya que debemos de ser conscientes de la influencia que ejercemos en los jugadores. Debemos tener capacidad para proporcionar el mayor tiempo de práctica motriz en los tenistas. Debemos ayudar a los tenistas a aprender de manera autónoma
para promover su desarrollo cognitivo. Potenciar jugadores autónomos, cognitivos y ser un referente de coherencia son pilares de la ética del buen entrenador según Mariano, y yo lo suscribo totalmente.
Lolo Pastrana y Martin Rocca son dos grandísimos educadores y conferenciantes internacionales, ellos destacan en sus decálogos la necesidad de adaptar el lenguaje al alumnado y la importancia de la
alta calidad del profesorado en las bases de las escuelas.
El señor José Luis Alfaro, uno de los baluartes del campus Elianers y hombre curtido en vallas, pistas y conciertos de rock nos habla de “la suma importancia de adaptarte al lugar, objetivos y entorno con tus programas y del amor a lo que haces cada día (muy interesante esta aportación de José Luis).
Quizá algún día pueda reflejar en un texto mas amplio todos los decálogos que los entrenadores me van mandando. El gran Groucho decía tener principios mudables según la conveniencia y los decálogos deben evolucionar con el tiempo y los lugares, más es importante tener marcadas las líneas que delimitan el oficio, las obligaciones con tus alumnos y el amor a tu profesión.
El tenis siempre por encima de nosotros, de nuestros intereses de un día y de las victorias o la fugacidad del dinerillo y el humo fácil.