La hierba del All England Club es la esencia de Wimbledon, el mayor aval del torneo y el elemento diferenciador con la mayoría del circuito, tanto masculino como femenino. El césped de Wimbledon se cuida como si de un tesoro se tratara desde el día después de cada edición. Todo lo referente a la hierba está perfectamente estudiado y calculado al milímetro. No es una frase hecha. La final del torneo, por ejemplo, se juega en la Pista Central con una hierba cortada a la altura de 8mm. Es la altura a la que cortan la hierba los jardineros a las órdenes de Neil Stubley, el hombre sobre el que recae la responsabilidad de que todo esté en orden.
El puesto de Stubley es de máxima responsabilidad. Lo ‘herederó’ de Eddie Seaward, toda una institución en el All England Club. Coordina un equipo de 16 jardineros durante once meses al año y durante el mes del torneo esa plantilla crece hasta las 28 personas. Todos saben en qué consiste su trabajo. Son la elite de los jardineros ingleses. Su primera fecha señalada en rojo es el mes de abril. Es el momento de sembrar casi una tonelada de semillas de césped de una variedad llamada Bollico Permanente, un tipo de césped que garantiza más durabilidad y que resiste mejor el desgaste. El segundo paso es cuidar día a día las semillas plantadas hasta que alcanzan una altura de 25 milímetros. Es el momento de segar. La altura elegida es 8 milímetros. Los estudios que hacen en Wimbledon indican que es la que más y mejor favorece las características de la bola Slazenger con la que el torneo se juega desde 1902. El bote, con el césped a esa altura, es el mejor posible.
El prestigio de Wimbledon y el hecho de que tanto la ATP como la WTA se hayan marcado como objetivo estratégico el potenciar la temporada de hierba entre Roland Garros y el torneo londinense, han convertido Wimbledon en una marca a exportar y en el paradigma que marca los parámetros que rigen la mayoría de los nuevos torneos que se disputan sobre hierba, como ha sido el caso del recientemente inaugurado Open de Mallorca.