
Martin Rocca emprende una nueva aventura profesional y vital en Australia. En estas líneas, hace un repaso a lo que han sido dos décadas de trabajo en España. Desde industriadeltenis.com, queremos desearle la mejor de las fortunas en su nueva etapa.
Hay una canción de la banda inglesa Placebo que se llama Twenty Years y dice:
«Serán 20 años por delante, una edad dorada, pero pasará y acabará muy rápido»
Parece mentira, pero han pasado dos décadas enteras desde que llegué a estas tierras y el impacto que ha tenido este tiempo en mí, me acompañará toda la vida.
Luego de haber dejado Buenos Aires, de haber pasado 5 años en New York (con nacimiento de mi hijo incluído), un breve paso por Italia, fue Barcelona la que me vió llegar y me hizo dar los primeros pasos en el tenis. Comencé dando unas clases sueltas en la zona de Mataró, pero rápidamente acepté una oferta de trabajo en la ciudad de Tarragona. El club Gimnàstic (y con especial agradecimiento a su presidente Josep María Andreu, aún en el cargo) me dió la posibilidad de tener mi primer contrato. Ahí nació mi hija, con lo cual, el lazo sentimental siempre será fuerte. Estuve más de 4 años allí y luego pasé al CT Reus Monterols donde conocí magníficas personas, tuve como gran referente a Ramón Capdevila, de quien aprendí a trabajar la base con profesionalismo y dedicación.
Luego tuve la posibilidad de trabajar en el CT Tarragona, donde disfruté la libertad de desarrollar mis ideas y fueron los años que más impulsaron mi figura de formador de jugadores.
Tras cinco magníficos años, y estando muy cómodo con mis múltiples funciones en el club, decidí aceptar un reto: Dirigir una escuela. Y fué entonces que dejé Tarragona para llevar la escuela del Junior de Sant Cugat (Bcn). Por entonces, David Sanz y Josep Campos tuvieron una idea extravagante: Que yo fuese el entrenador de Daniel Caverzaschi, por entonces N*1 de España en tenis en silla de ruedas. Acepté ese nuevo desafío y me sumergí en un mundo fascinante. Entrenar a Dani era muy exigente y eso hizo que aprendiera a pasos agigantados. Toda experiencia así, me hace sentir mejor entrenador, me abre nuevos horizontes y perspectivas.
Mi paso siguiente fue dirigir la escuela de tenis de la Academia Sánchez-Casal, (hoy llamada Emilio Sánchez Academy). Un contexto diferente, una excelente relación con los directores (destaco la humildad de Sergio Casal), la posibilidad de conocer a Emilio y su visión del tenis-empresa.
Aprendí mucho, contacté gente muy importante y eso me dió alas a probar por mi cuenta. Viajé a muchos países haciendo formaciones con Mini Players, mi propia filosofía de trabajo (Sudáfrica, Suiza, Grecia, Guatemala, México…) hasta que finalmente se abrió una puerta que yo siempre miraba de reojo: El Real Club de Tenis Barcelona 1899.
Fueron dos años de entrar a trabajar a un lugar de ensueño para mí, que no sólo soy un entrenador, sino también, un fanático de la historia de nuestro deporte. Las familias más tradicionales, alumnos, compañeros, me hicieron sentir como si hubiera estado allí toda la vida. Me costó dejar el club cuando acepté la oferta del CT Girona, pero sentía que no podía exponer mi mejor trabajo al no tener mayor presencia en los grupos de base.
En Girona fuí bien recibido, un club histórico con gente amigable, pero por esas cuestiones de azar, no terminó prosperando de la manera que yo esperaba, cambios inesperados, movimientos dentro de la estructura del club me desalentaron bastante, pese a ello, tuve la suerte de encontrarme a un grupo de niñas Sub-10 que resultaron ser una inyección de motivación y mejora profesional. Me hicieron crecer como entrenador en el afán de ayudarlas a elevar su nivel.
Todo esto en 20 años. He conocido gente adorable, profesionales admirables, he colaborado con federaciones, con Abel Rincón hemos creado TennisAid, mi querido Freddy Santos fue el primero en invitarme a exponer mis ideas en Cuenca allá por 2015 y desde ahí no he parado.
Con todo esto a cuestas, me marcho ahora hacia Australia. Más precisamente a la ciudad de Melbourne a trabajar en el cuerpo docente de la federación australiana.
Mi agradecimiento interminable a todos aquellos que me han ayudado como profesional en este tiempo. No puedo mencionar a todos los que tengo en mente, afortunadamente la lista es larga. Seguiré ligado a todos debido a que la distancia no es barrera para seguir haciendo que este bendito deporte siga creciendo y llegue a más y más gente. Gracias, una vez más, por haberme convertido (con defectos y virtudes) en lo que soy hoy en día.